Miedo



Cuando sucedió el atentado a las Torres Gemelas, más de medio mundo se asustó.
 Pero no fue lo mismo, aun con las horripilantes imágenes televisivas, para quien vivía en Manhattan que para uno de Miami o para los vecinos de Lavapiés en Madrid. Bueno, en Madrid, las cosas cambiaron después con el atentado de la Estación de trenes de Atocha.
 Curiosamente triste que, con la pandemia, Nueva York vuelve a estar en el epicentro del terror.  Porque tener varios muertos por vecinos y un camión refrigerado para guardar los cadáveres puede cambiar la perspectiva de como ves el coronavirus.
Y es que el miedo implica una valoración intelectual, cognitiva del estímulo que lo provoca. Estas valoraciones se van a realizar en función de la persona, de su aprendizaje y sus experiencias. Por lo que se puede convertir en un problema cuando las interpretaciones o creencias que le damos son disfuncionales.
Con el atentado terrorista de Septiembre 11, prensa y gobierno estaban en sintonía terrorífica.
Con esta pandemia, hay una parte negando los hechos, otra ocultando estadísticas y existe la realidad de que muchos se contaminan sin síntomas.
 Los aviones bombas no seleccionaban edad ni raza, solo una ciudad o un país cualquiera. Y hasta musulmanes fueron aplastados por el World Trade Center. Con el COVID 19, si a mí no me toca ni lo he visto, pues no me preocupo tanto.
 Es por ello que se hace difícil para muchos asimilar porque no podemos abrir todas las terrazas y caernos a besos mientras nos tomamos un par de cervezas.
Y se hace difícil aceptar que el mundo no será igual en los próximos meses ni en los próximos años. Porque no hay vacuna ni tratamiento efectivo en los próximos meses y lo acertado es ser cautos y mantener medidas higiénico-epidemiológicas con énfasis en el distanciamiento social.
Un mundo con aforos limitados a transportes y sitios públicos y con mucha desinfección.
Y un futuro con pequeños negocios que desaparecen, con menos vuelos ¨low costs¨, con más teletrabajo y con mucha gente viendo como se lo monta en una casita con patio en un pueblo pequeño (que esto YA está pasando). Y solo son ejemplos.
Cuando hice mi primer viaje después del 9-11, me abrieron mi maleta y me sacaron líquidos y cremas, me hicieron descalzar, me pasaron por un escáner, me cachearon como un delincuente y cuando llegué a mi destino, mi maleta grande había sido abierta y tenía un papel de la seguridad del aeropuerto diciendo algo así como: Lo siento. Te jodes y es lo que hay.
Hoy aquella experiencia es una rutina aceptada.
El miedo es una emoción instintiva necesaria para nuestra supervivencia. Sin miedo, que es una función adaptativa podríamos morir, pues nos comportaríamos de forma temeraria.
Y el miedo va a seguir con pandemias y virus.
 Porque cuando la infección sea bacteriana, ya no vamos a tener antibióticos efectivos gracias a la sensibilización de la carne que comemos de animales medicados y al uso excesivo e innecesario de estos productos terapéuticos.
 Porque no hace falta el murciélago de Wuhan ni el pangolín africano para que un virus haga ese salto genético. Basta con las miles de granjas de crianza de cerdos y aves hacinados como víctimas en un campo de concentración en todo el mundo para que se produzca otro engendro como el COVID19.
Porque comemos mucha basura que incluye peces con mercurio y plástico y contaminamos el aire que respiramos, con lo cual nuestro sistema inmunológico tiene la resistencia de una cáscara de huevo.
Hay que tener miedo. Mucho.


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