Empatía y asertividad





En toda la historia de movimientos populares se cometen excesos. Quizás el ejemplo más conocido es la Revolución Francesa.

La destrucción de estatuas históricas comienza por aquellas relacionadas con los esclavistas del bando confederado, sigue con Cristóbal Colón y aparecen imitadores que quieren desacralizar hasta el discóbolo de Rodin o la Venus de Milo.

Y por supuesto que ese vandalismo sin ton ni son es criticable, absurdo y debería ser condenado.

Pero la revisión del uso de los símbolos, la sacralización de figuras hechas estatuas que insultan a un sector de la población, el uso caricaturesco de estereotipos de una raza, un género o una orientación sexual con fines comerciales son temas que deben ser revisados por la sociedad y encontrar acuerdos en cómo lidiar con ellos.

Cuando en Octubre del 2017, comenzaron a declarar varias actrices de Hollywood de los abusos sexuales y el acoso de Harvey Wenstein, no faltaron voces machistas (algunas sin reconocer que lo eran) que trataron de minimizar lo ocurrido y hasta implicar que había consentimiento y disfrute por parte de las acusadoras. Cuando llegaron a más de 80 víctimas y se conocieron detalles, esas voces callaron. El argumento clave era que el abusador estaba en una posición de poder y que la educación patriarcal ha justificado esta conducta de los hombres durante siglos.

Cuando varias corporaciones deciden eliminar imágenes estereotipadas como la "mammy" de la Tía Jemima, no lo hace por condescendencia. Lo que ha sido gracioso para muchos (como los manoseos de Wenstein o de Plácido Domingo) es un insulto para los afroamericanos. La Tía Jemima y la criada de "Lo que el viento se llevó" representan lo mismo: si eres negra, tu destino es trabajar como doméstica.

Durante muchos años, como hombre gay, me he sentido incómodo con la típica imagen en cine o TV de la " pajarita" amanerada, frívola, risible que constituía una caricatura de mi orientación sexual. Nada que ver con el profesor homosexual de "Un hombre soltero" de Tom Ford o la relación romántica y digna de " Llámame por tu nombre". Ese es un cine con una imagen homosexual que agradezco.

Y sigue siendo excepción: más de la mitad de gays y lesbianas en España confiesan estar en el armario por temor a actitudes discriminatorias en el ámbito laboral.

Y en USA, pregúntale a Mike Pence. O quizás no es una buena idea. 

No me extraña que el racismo implícito o subconsciente quiera vendernos una historia almibarada de una ex-esclava que se convierte en actriz bien pagada y en el símbolo comercial de los panqueques en el siglo XIX.

Tendrían que pasar más de 100 años para que una negra gorda, sureña, pobre y violada se convirtiera a golpe de talento en la bimillonaria Oprah Winfrey. Y es la excepción, muy distante de la norma.

Empatía significa ponerse en los pies del otro.

La asertividad es una habilidad social que consiste en conocer los propios derechos y defenderlos, respetando a los demás; tiene como premisa fundamental que toda persona posee derechos básicos.

Aprendamos pues, a ser empáticos y asertivos.

Nos hace mejores.


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