Acabo de leer que hay gran expectación por el “lanzamiento” de Sinsajo, la tercera parte de los “Juegos del Hambre” de Suzanne Collins, una guionista de programas de televisión para niños devenida escritora de fantasía y ciencia ficción. Mi ojeada a la segunda parte de esta saga (que nunca terminé) me confirma que lo único que acerca esta publicación a la obra de autores como Bradbury es el mal uso del vocablo "lanzamiento".
El argumento de Sinsajo es un terrible espectáculo televisivo donde dos representantes de cada distrito en que se encuentra dividido Norteamérica son trasladados a un medio hostil y deben luchar por su vida hasta que sólo quede uno vivo. Pero, ¿dónde radica la transformación futurística del escenario narrativo en esta historia? ¿Dónde está la alteración de coordenadas científicas, espaciales, temporales, sociales o descriptivas que hacen al relato aceptable como especulación racional (en el concepto de ciencia ficción de Gallego y Sánchez)?
La respuesta es: en ninguna parte. Cada día nos invaden más programas de basura televisiva del tipo de Gran Hermano donde la violencia y la mediocridad se dan la mano bajo el nombre de espectáculo de realidad (reality show). Es lo mismo que nos trae este libro. Y ya se sabe que realidad y ficción son antónimas.
El mismo tema del libro de la Collins fue utilizado por Amelie Nothomb hace unos años atrás cuando escribió su “Acido sulfúrico”. Pero aquí, la escritora belgo-japonesa se inventa una variante de campo de concentración nazi como programa telebasura de competición con un ciento por ciento de audiencia, cuestionando si en circunstancias como esas fuéramos capaces de apagar el televisor. Con su habilidad narrativa hacia la exageración, la Nothomb nos obliga a pensar en la capacidad adictiva de la mierda, mientras la Collins (¿será familia de Joan?) nos la vende enlatada y con etiqueta de colores.
En mi adolescencia me leí un cuento que todavía hoy, después de haber castigado tanto a mi retina con las letras, considero una auténtica joya de este género de literatura, tan vilipendiado por algunos detractores. En “Los cangrejos caminan sobre la isla” del físico ruso Anatoli Dnepov, unas máquinas como crustáceos se devoran para fabricarse nuevamente; una especulación de tipo autodestructivo que invita a la reflexión. Para mí, ahí está marcada la diferencia fundamental entre literatura y best seller en ciencia ficción: Un texto que se mezcla por si solo con lo más íntimo del lector que deja de ser espectador pasivo para hacer la historia suya, creando un cambio perdurable. Es lo que se llama trascendencia y que sobrepasa a entretenimiento, aunque puede incluirlo. Y que conste que no tiene que ser elitista. Si no, recuérdese a Julio Verne o a la literatura folletinesca de H.G. Wells.
Desgraciadamente, vivimos en tiempos en que lo emotivo atrae más que lo reflexivo. Todos queremos sentir algo, aunque sea asco, pero no queremos pensar. Y se refleja en todos los estratos de la sociedad. Es lo que hace que el programa “Sálvame” tuviera record de teleaudiencia la semana pasada. O que Sinsajo se anuncie como un trasbordador espacial.
Como soy optimista, confío que es una crisis pasajera como la del ladrillo.
Comentarios
dvd,cd,internet ahora con Facebook o Twitter,entre otros(solo alimentan a personas "mal barnizadas" en la cultura,la historia y (si dijera filosofía ya
estaría delirando).Mucha mollera en tu post; ojalá algún dueño de ésos medios te leyera.Dos abrazos
grande (y disculpa el recital)...